Frida en Movimiento | Portrait Photography
Nací en la Ciudad de México, muy cerca de la Casa Azul de Frida Kahlo. Crecí amando el colorido arte mexicano, intrigada por el misterio y gran porte que proyectan las mujeres fuertes y seguras de sí mismas como Frida.
He vivido en los Estados Unidos más de la mitad de mi vida. Visito México a menudo pero siento esa nostalgia y en ocasiones la rara sensación de no ser “ni de aquí ni de allá”. Tengo doble nacionalidad por un sentido pragmático, pero de corazón siempre seré 100% mexicana y me enorgullece cuando a la distancia puedo advertir el impacto positivo que lo mexicano tiene alrededor del mundo.
Recientemente pude presenciar ese impacto en la ciudad donde vivo, Nashville, gracias a la exhibición Frida Kahlo, Diego Rivera y el modernismo mexicano de la colección de Jacques y Natasha Gelman, que hospedó el Museo de Arte Frist del 24 de mayo al 2 de septiembre de 2019 y que fue un éxito rotundo. Gente de todas las edades abarrotaba el recinto, muchas mujeres y niñas portando tocados de flores e indumentaria típica mexicana. Frida se ha tornado un icono que ha rebasado barreras de tiempo, edad y geografía.
En todos los años que he vivido fuera de México, nunca había presenciado la fascinación extrema por Frida Kahlo afuera de su Casa Azul. La imagen de Frida se reconoce tanto como sus pinturas, quizá más que ellas y desde luego a causa de ellas, por ser ella misma la materia de su arte en sus famosos autorretratos. El que Frida sea reconocida como una de las más famosas artistas del siglo XX y que su imagen cautive tanto, incluso desviando la atención de su arte y de sus convicciones políticas, resulta complejo por la honda contradicción que conlleva, pues su efigie se convirtió en cultura popular materializada en productos de consumo, noción que ella rehuía y denostaba.
Lo que más admiro de Frida no es su obra pictórica en sí misma, sino su devoción por la cultura mexicana, y cómo proyectaba su mexicanidad con sofisticación, el uso de las joyas y perfumes, su gusto por disfrutar la vida a pesar de la adversidad y del sufrimiento. Frida decidió vivir intensamente y sin convencionalismos.
Todos tenemos recursos para enfrentar el dolor. Hace poco murió mi madre, su ausencia me dejó el regalo del tiempo. Tiempo sin ella, pero tiempo para pensar y para crear. Estos retratos inspirados en Frida Kahlo fueron una forma de canalizar mi duelo a través de un proyecto fotográfico personal donde pudiera plasmar mi herencia, mi mexicanidad, sentirme de aquí más que de allá, mostrando la belleza mexicana de manera que inspire a la gente de mi cultura adoptiva en Nashville a apreciar mis orígenes, y a la vez honrando a mi madre con detalles como las joyas que heredé de ella; fue como tenerla dentro de mis fotos.
La aportación de Ana Luisa Reyes Garrido, amiga de la infancia y diseñadora de interiores, fue invaluable en la coordinación logística del equipo de gente talentosa, maquillaje, flores, vestuario y modelos. Ella también contribuyó con piezas heredadas de su madre, quien falleció pocas semanas después de la mía. Ellas eran amigas, así que fue sumamente especial reunirlas de esta manera para rendirles honor póstumo.
Beatriz González Ortuño, patóloga del habla y pintora amateur, a quien había querido retratar desde tiempo atrás, fue fundamental para conseguir una locación con la personalidad idónea: la que fuera casa del pintor Chucho Reyes, con baño de tina, dosel vidriado y herrería rosa mexicano, entre otras características, el marco perfecto para estos retratos que evocan el espíritu de Frida que todas llevamos dentro: escapar del encierro para volver a la libertad innata del ser humano, que no tiene barreras cuando se vive intensamente. Fue muy interesante observar y capturar la candidez con que Beatriz se transformó en su papel, logrando algunas imágenes de una Frida sin dolor ni parálisis, juguetona, portando con orgullo el vestuario autóctono por las calles de Coyoacán; eso sí, con gafas oscuras y celular en mano.
Darién Mejía (Ciudad de México, 1969) es comunicóloga por la UNAM, fotógrafa e intérprete médico.
En el 1993 emigró a los Estados Unidos y vivió cuatro años en la Ciudad de Nueva York, donde completó cursos de fotografía en New York University, School of Visual Arts y el International Center of Photography, NYC. Actualmente reside en Nashville, Tennessee. En 1999, el legendario Elliott Erwitt escogió una de sus imágenes como ganadora del concurso fotográfico MILK International Competition Darién ha sido distinguida con diversos premios, exhibiciones y publicaciones, pero la colección MILK finalmente la inspiró a “capturar y celebrar la esencia de la humanidad” con sus imágenes y convertirse en fotógrafa profesional. Darién se ha volcado al retrato familiar con un estilo fotoperiodístico y un gran ojo para el detalle. Con su fotografía destaca lo mejor de la gente ante la cámara. Prefiere el estilo documental y captar las emociones y la personalidad de sus sujetos de manera armónica con el entorno o con elementos de intención complementaria, como referencias identitarias, para convertir sus imágenes en un legado por generaciones.
Créditos
Fotografía: Darien Photography
Dirección creativa y estilo: Ana Luisa Reyes Garrido
Peinado y maquillaje: Maribel Torres
Vestuario: Áurea Bucio
Diseño floral: R'oho Arte Floral y Blaver Atelier Floral
Locaciones: Tierradentro CDMX y Coyoacán
Modelo: Beatriz González Ortuño
